miércoles, 17 de octubre de 2012

Filípicas

"Si se hubiera propuesto como tema de discusión, varones atenienses, una cuestión nueva, me contendría hasta que hubieran manifestado su opinión la mayoría de los que suelen hacerlo; y si me gustase algo de lo dicho por éstos, permanecería en silencio, y caso de que no, entonces yo mismo intentaría exponer mi propio punto de vista; pero toda vez que resulta que se están examinando también ahora asuntos sobre los que muchas veces antes han hablado, creo que, aunque me levante yo el primero, puedo razonablemente lograr vuestra comprensión; porque si desde el principio en el pasado éstos hubiesen dado los debidos consejos, en absoluto os veríais obligados ahora a deliberar."



Así empieza la Primera Filípica, donde Demóstenes, considerado el mejor orador de la historia (incluso mejor que Zapatero), instaría a los Varones Atenienses (jo ándres azenaioi, creo recordar de las sufridas clases de griego en que un señor se defendía por haber matado al querido de su mujer, con un discurso escrito por Lisias, un grande de la oratoria judicial, o como se llame ese género) a ir a la guerra contra Filipo.

Atenas era una "ciudad libre", y lo que menos querían los varones atenienses (una democracia en que el derecho a estar en una asamblea te lo daba el falo) era tener un rey. 

La respuesta a Demóstenes no se hizo esperar, y se fueron a defender el paso de las termópilas, como en 300, pero en lugar de un rey al cual no temen por su látigo, sino por su "poder divino" -si Rajoy lo reconociera, a lo mejor podría recortar más a sus esclavos (nosotros), y ante una eventual manifestación, "tantas pelotas de goma que no se verá el sol"-, tenían al papá de Alejandro Magno, que les hizo la envolvente y siguió avanzando.
El final de la historia lo conocemos, rescate europeo, economía de mercado, etc. Pero los demóstenes de hoy están muy ocupados jugando a los sims o viendo sálvame.